6.7.10

"Como utilizar la luz de un cometa para alumbrar un burdel"

Jacques Sagot, pianista, escritor y poeta costarricense... Un artículo en el periódico La Nación , como denuncia a aquellas revistas y periódicos nacionales, donde en primera plana aparecen jovencitas con cuerpos monumentales pero con una visión muy pobre de sí mismas. Prácticamente desnudas en primeras planas y con poses prostituidas....vendiendo cualquier producto o simplemente posando....Algunas casi adolescentes... ¿Qué pasó con la lucha de mujeres de generaciones anteriores que trataron de dignificar la relación de género? "Como utilizar la luz de un cometa para alumbrar un burdel" Jacques Sagot. Tal parece que hoy no se es mujer a menos que se tengan las piernas de> Sharon Stone, los senos de Pamela Anderson, el lunar de Cindy Crawford y> las nalgas de Jennifer López. La belleza plástica, la proporción de la> forma y el esplendor puramente cosmético constituyen la definición, la> esencia misma de la mujer contemporánea. La modelo, la vedette de> almanaque, la beldad "oficial" son en nuestra sociedad productos de> consumo, objetos fabricados para el manoseo mental de la turba, adorno> de portadas, sonrisas de cartón, carnada de las pancartas publicitarias.> Son deidades ungidas por la sociedad de consumo, fetiches de las masas> ciegas, sordas y mudas, ídolos efímeros ante los cuales se prosternan> tan solo los peleles. > > Digámoslo alto y claro: por bella que sea, una mujer no es, no puede> ser, nunca será una mera calcomanía, un logotipo, un emblema del> consumismo auto gratificador. Son muchas las jóvenes que creen tocar el> cielo cuando ven esos ojos, esa boca, esos senos suyos merecedores de> tan diferente homenaje, engalanar los anuncios de carros, de cigarrillos> o cerveza. ¡ > > ¡Usar el cuerpo de la mujer para vender porquerías es como utilizar la> luz de un cometa para alumbrar un burdel! La reducción de la mujer a sus> meros atributos físicos es, entre todos los artificios de manipulación> que el hombre ha creado para su satisfacción personal, uno de los más> viles y nocivos. > > Entendámoslo de una vez: la mujer no vino al mundo para fungir como un> puntual y solícito agente del placer masculino, su misión no estriba en> proveer la constante gratificación del macho. ¿Es acaso que unas libras> de más privan automáticamente a una mujer de su derecho a ser amada?> ¿Por qué si esas son las reglas del juego, lo justo sería que también> los hombres árbitros intransigentes y absolutos de la belleza - se> sometan a ellas? > > Exijámosle entonces a cada pretendiente la musculatura de> Schwarzeneger, la sonrisa de Cary Grant y la gangsteril sexualidad de> Robert De Niro: ¡A ver qué pasa! El efecto de tales expectativas sobre> el hipertrófico ego del macho latino sería tan devastador, que de> inmediato tendríamos una legión de neuróticos e impotentes sexuales por> hombres. Y sin embargo, este es, ni más ni menos, el tratamiento que> durante siglos hemos infligido a la mujer. > > Una de las más interesantes --y divertidas-- consecuencias de la> liberación femenina es que ahora la mujer puede también darse el lujo de> "cosificar" a su compañero, y darle a probar de su propia medicina:> compararlo, medirlo, convertirlo en objeto estético y comentar sus dones> - o falta de ellos - abierta y desenfadadamente. Ya veremos cuanta> inseguridad genera esto en aquellos que alguna vez se autoproclamaran> pontífices incontestables de las formas y volúmenes físicos. No me> malentiendan. Nada tan lejos de mí como despreciar la belleza corporal,> o ensayar aquí una apología de la fealdad. > > Bien que mal soy músico y, como todos los de mi gremio, padezco de una> incurable debilidad por la magnificencia de los contornos y las> texturas. > > Sostengo tan sólo que la belleza es plural, y se presenta en tantas> formas como mujeres h> ay. No es, en última instancia, la belleza la que> suscita el amor, sino el amor el que engendra la belleza. > > Mujeres del mundo: cesen de una vez por todas de atormentar sus cuerpos> con cirugías plásticas, liposucciones e implantes de silicón a fin de> conformar con un arquetipo arbitrario y convencional de belleza, o de> secundar los caprichos de algún mae. El problema no está en ustedes,> sino en la trágica miopía de sus compañeros, de esos pobres ilusos que> tienen la luna en sus manos y aún no se han dado cuenta. > Las mujeres siempre serán bellas, porque jamás conocí a una mujer que no lo fuera. Nada tan hermoso como el cuerpo de la mujer que lleva las marcas de la vida, del trabajo, de la maternidad: desde el punto de vista puramente cosmético es quizás menos glamoroso, pero el hombre sensible sabe reconocer en él la prueba de un rasgo sublime: la capacidad de amar algo o a alguien más que a sí misma, de postergar su propio ser en aras de un hijo, de una obra, de una misión trascendente. Las arrugas no son vejaciones infligidas por el tiempo, son antes bien títulos de gloria, condecoraciones que la vida nos confiere. Hay fuego en la mujer joven, pero en la mujer madura hay luz, esa luz purísima que vivifica en lugar de abrazar. El mundo está harto de chiquitas relamidas y carilindas. Denme una mujer verdadera, una mujer con letras Mayúsculas: MUJER, y guárdense a sus muñequitas de almanaque, tan plásticas y deleznables como el papel en que sus sonrisas están impresas. Denme la mirada alucinada de Juana de Arco cuando auscultaba el silencio; la frente umbría de Marie Curie, altiva en la solitaria vigilia de su trabajo; los senos pródigos de la libertad que conduce al pueblo, tal como lo soñara Delacroix; las manos de Camille Claudel, domadoras del bronce; el delirio de Isadora Duncan; las abismales visiones de Frida Kahlo: he ahí el linaje de mujeres que el mundo necesita desesperadamente. Lo demás, señores, es mera superficialidad.

No hay comentarios: